La comunidad de Hermanas Pobres de Sta. Clara de Calabazanos, estamos formadas por dieciséis Hermanas de votos Solemnes: dos novicias y dos aspirantes, que vivimos según la Regla de Sta. Clara,  “de diversas partes llamadas” como decía San Francisco de Asís. Sentimos haber encontrado ese lugar, que Jesús nos indica como encuentro privilegiado para vivir cerca de Él, apartado y seguro en la vida monástica en esta Comunidad.

Las clarisas de modo especial, estamos llamadas a ser sostenedoras de los miembros vacilantes de Cristo y cooperadoras en el Plan de salvación. Vivir el Evangelio con radicalidad, hoy, como en la época de San Francisco y Sta. Clara, es la manera de expresar nuestra vida sintiéndonos hijas de Dios, con la libertad que da el Espíritu.  

Nuestras  raíces

Recostadas en la falda del monte Subasio, las calles de Asís,  sus casas, palacios, iglesias y conventos de piedra rosácea,  hablan de un ayer que pervive y son memoria viva de Francisco y Clara, nuestros fundadores.

Nuestros  Fundadores

           Francisco nació en Asís en el año 1182. Hijo de Pedro Bernardone, rico comerciante de telas, y su esposa Pica, originaria de Provenza. Fue bautizado con el nombre de Juan, pero el padre quiso que se llamara Francisco, «el francés o francesito», por los muchos lazos de afecto que lo ligaban con Francia.

          Francisco fue un joven alegre, jovial, que soñaba hacerse noble caballero. El Señor salió a su encuentro y cambió su vida. Renunció a las riquezas y posibilidades que le ofrecía su posición e inició un camino de seguimiento de Jesucristo pobre y humilde. En 1209 el papa Inocencio III le aprobó su forma de vida que consistía en vivir el santo Evangelio y dar testimonio de él.

          Clara nació en Asís en el año 1193, del matrimonio Favarone de Offreduccio y Hortolana. Conoció el ideal evangélico de Francisco y percibió su originalidad. Le sedujo la pobreza vivida como un camino hacia una verdadera fraternidad. Un camino de sencillez, de paz y de alegría. Y se decidió a emprender esa nueva senda.  

         Desde su juventud, Clara destacó por su fuerte personalidad, decidida y valerosa, creativa, autónoma y emprendedora. Buscaba con pasión su propio espacio dentro y fuera de casa, abierta a todo amor bueno y bello, tanto hacia Dios como hacia los hombres y todas las demás criaturas. Junto a Francisco, Clara entendió que convertirse al Evangelio es descubrir a Jesucristo, ese tesoro escondido en el campo, esa perla de gran valor por la que el mercader vende todo lo que tiene. Y la noche del Domingo de Ramos, el 18 de marzo de 1212, cuando tenía 18 años, huyó de su casa y se fue a la pequeña ermita de Santa María de los Ángeles, a la Porciúncula. Allí Francisco la recibió como hermana.

          En el convento de San Damián, situado a dos kilómetros de la ciudad de Asís, restaurado por Francisco al principio de su conversión, y reconociendo en él a su maestro y guía, Clara supo asumir su propia opción evangélica y recorrerla libre y creativamente, junto con las hermanas que el Señor le fue dando.